domingo, 15 de mayo de 2016

El inicio del cambio

Nunca he sido una persona a la que viajar le quitara el sueño, el pasar unas vacaciones fuera o no de casa es algo que, sinceramente, me importaba lo mas mínimo, lo mismo me daba estar en una playa cociéndome al sol que estar sentado delante del ventilador en el sofá.

De pequeño visité muchísimas ciudades y lugares históricos y turísticos de España con mis padres, viajes que resultaban largos, tediosos y tremendamente aburridos para un niño, motivo por el cual creo que llegue a aborrecer el viajar.


Asi me ponía cada vez que tocaba ir de viaje con la familia.

Todo cambio cuando empecé a salir con mi actual pareja, empezamos a salir y a viajar e incluso revivimos alguno de los viajes que había realizado con mis padres de niño y que me habían parecido tremendamente aburridos (Que me perdonen los conquenses, pero Cuenca es de los más aburrido para un niño de 8 años). Le fui agarrando el gustillo a viajar, viajábamos solos o con amigos, siempre había algún lugar que visitar o algo nuevo que descubrir (Cuenca, Granada, Sevilla o Aranjuez fueron algunos de los sitios que más disfrutamos), pero hubo un viaje, un viaje que digamos se realizó más por obligación (al menos por mi parte) que por cualquier otro motivo.

Mi pareja es Argentina, llevaba más de 10 años sin ver a su familia ni a sus hermanos, ella los extraña muchísimo, tanto que esa distancia comenzaba a hacer estragos en nuestra relación. Al contrario que yo ella es una persona muy, digamos, familiar, no puede estar sin su familia. Las circunstancias de la vida le habían llevado a estar casi sola en España, aparte de mí y de mi familia no tenía casi a nadie más, así que yo sabía que más pronto que tarde tocaría ir a ver a su familia a Buenos Aires.



No lo voy a negar, trate de retrasar aquel viaje todo lo que pude, puse mil excusas, lo cual nos costó más de una pelea, pero era difícil para mí, pues, aunque no soy una persona demasiado familiar, el salir de casa me cuesta horrores.
Soy una persona que a la mas mínima se siente incómoda, lo cual hace que me ponga a veces algo Sheldoniano y sea insufrible estar a mi lado, me mareo hasta en la bañera y me da miedo hasta subirme a una escalera a cambiar una bombilla (Gracias a dios mido casi dos metros y no suelo necesitarlo jeje), ¿Cómo iba pues a pegarme siete horas de autobús desde Murcia a Madrid, estarme tres horas en un aeropuerto, subirme a una caja de metal con  alas a miles de metros de altura y durante 12 horas encima? Para mí era todo una locura, pero a pesar de todo el momento llego, tocó comprar los billetes, armarse de valor y subirse al avión.

No amor, claro que me hace ilusión el viaje,¿No se me ve lo contento que estoy?


Por suerte elegimos una buena fecha para viajar. El aeropuerto estaba casi vacío, había gente pero no las marabuntas que se suelen ver en verano por Tv. La verdad fue todo sin problemas, tuve algunos momentos de querer salir corriendo y me dio algún vuelco el corazón, pero una vez arrancó todo fue bien, o debió serlo porque ni me enteré cuando el avión despegó, estaba atento viendo la película de Mad Max 3 en la Tablet del avión y cuando me fui a dar cuenta estábamos ya sobrevolando Madrid, lo cual me relajó bastante e hizo el resto del viaje más tranquilo, exceptuando alguna que otra turbulencia.

Volando Voy, Volando Vengooo ♪♫♪♫